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martes, junio 19, 2007

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Lunes, 18 de junio de 2007 | 15:25

Aviones israelíes vs. Bombas iraníes

Con excepción de "un suceso catastrófico", informa Middle East Newsline, George Bush habría decidido no atacar Irán.

por Daniel Pipes


Con excepción de "un suceso catastrófico", informa Middle East Newsline, George Bush habría decidido no atacar Irán. Una fuente de la administración explica que Washington considera la cooperación de Irán "necesaria para una retirada [de las fuerzas norteamericanas] de Irak".

Si es cierto, esto implica que el estado judío se enfrenta en solitario a un régimen que amenaza con "borrar a Israel del mapa" y que está construyendo las armas nucleares para hacerlo. Los líderes israelíes están dando señales de que su paciencia se está agotando: el Primer Ministro en funciones Shaul Mofaz advertía justamente que "los esfuerzos diplomáticos deberán rendir resultados hacia finales de 2007".

¿Pueden en la práctica las Fuerzas de Defensa de Israel dar al traste con el programa nuclear de Irán?

Los análisis de alto secreto de las agencias de Inteligencia responden normalmente a preguntas así. Pero los ajenos con talento, utilizando fuentes públicas, también pueden hacer sus pronósticos. Whitney Raas y Austin Long estudiaron este problema en el Instituto Politécnico de Massachusetts y difunden su impresionante análisis "Osirak Redux? Assessing Israeli Capabilities to Destroy Iranian Nuclear Facilities" en la revista International Security.

Raas y Long se centran exclusivamente en la factibilidad, no en el atractivo político o las implicaciones estratégicas: en caso de que el mando nacional israelí decidiese dañar la infraestructura iraní, ¿podrían sus fuerzas lograr esta misión? Los autores consideran cinco componentes de un ataque con éxito:

Inteligencia: retrasar la producción de material fisionable exige incapacitar solamente tres de las instalaciones de la infraestructura nuclear de Irán. En orden ascendente de importancia, son: la planta de agua pesada y los reactores de producción de plutonio en construcción en Arak, las instalaciones de conversión de uranio en Isfahán, y las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Natanz. Destruir las instalaciones de Natanz en concreto, observan, "es crítico para retrasar el avance de Irán hacia la nuclearización".

Arsenal: destruir las tres instalaciones con confianza razonable exige - teniendo en cuenta su tamaño, su situación bajo tierra, las armas disponibles para las fuerzas israelíes, y otros factores - 24 bombas de 5000 libras y 24 armas de 2000 libras.

Plataforma: observando "la extraña amalgama de tecnologías" disponibles para los iraníes y las limitaciones de sus aviones de guerra y fuerzas de defensa a la hora de plantar cara a las fuerzas aéreas israelíes de alta tecnología, Raas-Long calculan que las IDF necesitan un paquete de ataque de 25 F-15 y 25 F-16.

Rutas: los cazas israelíes pueden alcanzar sus objetivos a través de tres caminos: Turquía por el norte, Jordania e Irak en medio, o Arabia Saudí por el sur. En términos de combustible y carga, las distancias se pueden cubrir en los tres casos.

Fuerzas de defensa: en lugar de predecir el resultado de una confrontación Israel-Irán, los autores calculan cuántos de los 50 aviones israelíes tendrían que alcanzar sus tres objetivos para que la operación tuviera éxito. Calculan que 24 aviones tendrían que alcanzar Natanz, 6 Isfahán, y 5 Arak, ó 35 en total. Llegados a este punto, eso significa que las defensas iraníes tendrían que detener como mínimo 16 de los 50 aviones, o un tercio de la fuerza de ataque. Los ataques consideran "considerable" este ritmo de erosión en el caso de Natanz y "casi inimaginable" en el caso de los otros dos objetivos.

En conjunto, Raas-Long concluyen que la modernización incesante de las fuerzas aéreas de Israel le da "la capacidad para destruir hasta los objetivos más reforzados en Irán con cierto grado de confianza". Comparando una operación iraní con el ataque de Israel al reactor nuclear de Irak en Osirak en 1981, que fue un éxito abrumador, concluyen que este "no parece ser más arriesgado" que el anterior.

La gran interrogación que pende sobre la operación, con la que los autores no especulan, es si alguno de los gobiernos turco, jordano, americano o saudí accedería al uso israelí de sus espacios aéreos (Irak, recuerde, se encuentra bajo control americano). A menos que los israelíes logren permiso previo para cruzar estos territorios, sus aviones tendrían que abrirse camino hasta Irán luchando también. Esto pone en peligro todo el proyecto más que ningún otro factor. (Las IDF podrían minimizar este problema volando a lo largo de fronteras, por ejemplo, la turco-siria, permitiendo que ambos países en el camino afirmasen que aviones israelíes se encontraban en el espacio aéreo del otro).

Raas-Long dan a entender pero no afirman que las IDF podrían alcanzar el islote continental de Jarg, a través del cual se exporta el 90% del crudo iraní, dañando extensamente a la economía iraní.

Las fuerzas israelíes tienen "una probabilidad razonable de éxito" unilateralmente. Destruir las instalaciones nucleares iraníes podría ayudar a disuadir a Teherán de seguir adelante con su programa de armamento. El estudio Raas-Long, por tanto, hace más probable un acuerdo diplomático. Sus resultados merecen la mayor diseminación posible.

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