Al rabino Aarón Cohen , sus vecinos de la comunidad judía de Manchester le despertaron a pedradas en las ventanas para que escuchara alto y claro el cántico solemne del Kadish Iatoin, la plegaria que se entona en memoria de los muertos. Porque para sus vecinos de la comunidad judía de Manchester , Aarón Cohen es un muerto en vida.
y el Kadish la oración con la que anunciaron su «jerem»: el castigo más grave e inflexible, más injuriante y bochornoso, el estigma radical de la ira divina, con el que el Judaísmo condena a los traidores. Maldito sea de día y de noche. Que Dios jamás le perdone y su cólera se encienda contra este hombre enviándole todos los anatemas inscritos en el Libro de la Ley…
A Aarón Cohen la asociación de entierros judíos de la ciudad le ha notificado que no aceptará nunca acoger sus restos en el cementerio de Rainsough erigido bajo la estrella de David. Tendrá suerte si su cuerpo miserable no es tirado a los perros.
Y es que su aparición, en una fotografía que dio la vuelta al planeta, abrazado con efusivo afecto al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, durante la Conferencia negacionista del Holocausto celebrada el pasado 12 de diciembre en Teherán, ha sido demasiado.
Que Cohen sea el Rabino en Gran Bretaña de los Naturei Karta, un grupo ultraortodoxo que rechaza cualquier forma de sionismo y se opone activamente al Estado de Israel, ya era para sus semejantes un viaje a la vergüenza. Pero que se haya rendido en público ante quien ha hecho de su judeofobia una estrategia política con olor a sangre, ante quien ha jurado «borrar del mapa» ese mismo Estado de Israel, ha supuesto consumar una abominación imperdonable. No hay levantamiento de «jerem» posible. Es la excomunión. El aislamiento para siempre. El exilio dentro del exilio mismo .
Por eso, en Manchester , donde habita la segunda comunidad judía más importante del Reino Unido, a Cohen le impidieron a empujones la entrada a la sinagoga en Shabat en cuanto regresó de su periplo sonrojante. También le han condenado en lo que le quede de su vida de muerto a ingerir alimentos impuros: ya no le está permitido comprar comestibles kosher, los señalados por Dios como espiritualmente superiores.
A la puerta de la casa de Aarón Cohen, la policía británica monta guardia 24 horas por temor a nuevos ataques . Sus vecinos se pasean por delante con banderas de Israel entonando por lo bajo el himno nacional del Hatikva, el de la profunda esperanza del pueblo judío, mientras musitan entre dientes «jerem» -maldición- para siempre. Y es que Aarón Cohen se lo ha buscado.
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