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miércoles, abril 04, 2007

Israel en la Argentina: de ALFREDO PALACIOS.

Alfredo Palacios fue un paladin del socialismo no solo de Argentina sino de toda America, por eso en el año 1924 escribio este articulo ensalzando a los primeros inmigrantes judios.

Israel en la Argentina: de ALFREDO PALACIOS.



Toda la noche habia soñado con ese pedazo de Palestina transportado a la Republica donde miles de judios, tenaces, obstinados, como todos los de su raza, labraban la tierra y eran libres.

Al rayar el alba, monte a caballo; entre en el ancho camino bordeado de arboles que une Palacios a Moisesville, y dos horas despues divisaba el caserio entre la arboleda frondosa que daba un aspecto simpatico al pueblo israelita. Era una mañana alegre y llena de sol, pasaron a mi lado ancianos venerables, de largas barbas blancas, vestidos con trajes negros graves y severos, llevando debajo del brazo el ritual de las oraciones, camino de la sinagoga.

Los rostros energicos con rasgos bien acentuados; las narices aguileñas exteriorizaban una pasion indomable, caracteristicas de una raza que perdura y que alguien ha comparado con un amianto que ningun fuego de amor y de odio puede consumir. Los ojos eran profundos; estaban llenos de luz, pero de luz de incendio: parecia el fuego heredado de los macabeos. ¿Soñaban acaso, esos ancianos, con la sagrada montaña de Jerusalem? ¿Creian posible reconstruir a Sion, donde los hijos de su raza matarian el erial para que de nuevo fuera la "tierra de trigo y cebada, de vides e higueras y ganados, tierras de olivos, de aceites y de miel" que exalta el Deuteronomio?

Experimente una emocion intensa. Estos judios que pasaban a mi lado, que respiraban a pulmon lleno en la pampa inmensa, eran iguales a los que hace muchos siglos vivian amurallados en las ciudades de Juda. Perseguidos por todos los pueblos, vejados, humillados, mordidos por todas las jaurias antes de llegar a este suelo, se habian encerrado en el guetto, convencidos de la superioridad de su raza, y habian supervivido con la misma pasion, con el mismo fuego, con el mismo ideal que orientaba su vida.

Acaso ese ideal se transformaria en sus hijos, al pisar por primera vez tierra de libertad.

La santa luz del sol que eleva la presion de la sangre y alegra nuestro espiritu inundaba Moisesville.

Un joven israelita me llevo a su casa donde reinaba un ambiente de placidez encantadora. Toda la familia rodeaba la mesa. Cuando entre, recitaban la oracion de la mañana que terminaba parodiando aquella que pronunciaban sus abuelos en la cautividad de Babilonia: "¡Que nuestros trigos y los trigos de nuestros enemigos no conozcan los malos inviernos!"

Una moza fuerte de ojos grandes y hermosos leyo en español, pero con marcado acento ruso, en las paginas de la Historia de los judios, el relato de las persecuciones de que fue objeto su pueblo.

Y terminó asi: Cerca de uno de los arcos de London Bridge, bajo del cual camina silenciosamente la corriente hacia el mar, hay un sitio donde las aguas se arremolinan con extraña agitacion. Alla dice la leyenda, en dias pasados y terribles, fueron arrojados varios judios y se ahogaron.

Algunos creian y aun creen hoy que el ruido y remolino de aquellas aguas proceden de los gritos desesperados de las victimas. Como si esa corriente de agonia que ayudo a ocultar el crimen horrible tuviera conciencia propia y remordimiento a traves de los siglos, por haber sido complice de la maldad, descubre la tortura secreta que vi martirizandole hasta hoy...

Y la joven, con sus grandes ojos que tenian un marcado tinte de tristeza (tristeza heredada), la honda melancolia de la raza dispersa, que dijera Tacito - , miro por la ventana el inmensurable campo fecundo, donde sus hermanos, llegados de la tierra de opresion, arrastraban libres el arado, y penso quizas que se habia terminado para ellos el desprecio, la burla, que durante veinte siglos persiguiera su raza.



(Del semanario El Alba, Moisesville, 1924) por SHIMI BONT

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